¿Podría ser que el Alzheimer y enfermedades neurodegenerativas relacionadas nos impacten tanto porque de alguna manera están poniendo de manifestó la esencia de quiénes somos, de qué somos?
Alzheimer; definida como la forma más común de demencia. Enfermedad sin curación que empeora a medida que progresa hasta que el paciente llega a morir. Demencia causada por la formación y acumulación de placas viscosas que destruyen las neuronas. Las placas se corresponden a la acumulación de pequeños fragmentos (péptidos) de proteína B-amieloide, que empiezan a agregarse. La causa inicial no se conoce, seguramente no es única. La APP (Proteina Precursora Amielodie), de la que provendrán los malditos péptidos pegajosos es una proteína integral de la membrana celular especialmente importante para el buen funcionamiento de las sinapsis y el mantenimiento de la plasticidad neuronal. Así pues entendemos el por qué del principio de la debacle.
Pero por si fuera poco, la enfermedad tiene también otras placas que destruyen a las neuronas, esta vez desde su interior, los agregados de proteína TAU. TAU es una proteína necesaria para la estabilización de los microtúbulos (estructuras que mantienen el esqueleto de las células). Si pensamos que las neuronas hacen parte de su función a través del axón (prolongación con la que la neurona establece la conexión con la neurona siguiente), entenderemos que la estabilidad de esta arquitectura es esencial para mantener las conexiones. Por razones desconocidas, TAU empieza a sufrir modificaciones que inducen a la interacción con ella misma, de manera que se unen varias unidades de TAU creando redes internas que desestabilizan los microtúbulos, y como consecuencia destruyen a la neurona.
La degeneración que causa la enfermedad empieza por el denominado LEC (lateral enthorinal cortex), una de las partes del neocórtex cerebral que conecta directamente con el hipocampo. Estas estructuras cerebrales están involucradas en la consolidación de la memoria a largo plazo, en el reconocimiento de estímulos familiares y en la situación en el espacio y la idea de direccionalidad. Una vez empieza la degeneración, la pérdida de volumen del hipocampo hará que otras zonas cerebrales se vean afectadas.
En el proceso de envejecimiento normal del cerebro, también se observa una pérdida de volumen empezando por el hipocampo, pero en un cerebro sano la perdida de memoria del hipocampo se suple con una mayor plasticidad, retomando información de otros centros cerebrales. Por ejemplo, la perdida de memoria que se podría deber a un hipocampo reducido, ahora se consigue a través del córtex prefrontal cuya función esta más relacionada con la ordenación espacial. Esta plasticidad se va adquiriendo con los años sin necesidad de esperar a la muerte de neuronas, de manera que con el paso de los años, el cerebro adulto va entrenando mecanismos alternativos sin que se den el 100% de las veces los mismos. Así pues en ocasiones para recordar una información el cerebro no repara únicamente en aquellos centros de almacenamiento de la memoria sino otras como la organización espacial. Esto es lo que ocurre, cuando colapsados por no recordar el pin de la tarjeta, somos capaces en el último momento de marcar los números sin haberlos recordado. La definición espacial de los números guardada en otro lugar de nuestro cerebro, nos ha venido a la memoria al ver la maquinita. Debe quedar claro que en el caso de un cerebro sano la información de los números del pin sigue almacenada en los centros de la memoria y a pesar de un lapsus momentáneo puede ser recuperada de nuevo.
Pero nosotros no solo somos capacidad de recordar y de asociar, también somos capacidad de sentir, y aunque claro esta que no se siente con el corazón sin neuronas que le hablen, los estudios con pacientes de Alzheimer nos dicen que la capacidad de sentir emoción se mantiene mucho más que la de recordar. Así pues, las confusiones, de nietos por hijos, sobrinos por hermanos (muy frecuentes debido a que la memoria a largo plazo se mantiene más tiempo), producen un efecto positivo en el enfermo. Ver, conversar y disfrutar de estas personas ayuda al paciente a viajar a otros momentos de su vida que le hacen revivir las épocas de infancia y juventud, que por lo general evocan un marco de bienestar. Y es que nosotros somos también nuestras relaciones, cada uno establece una relación única con otro ser y esa relación le define también su identidad. Así pues, aunque vayamos desapareciendo y confundamos a una generación con la generación anterior, sus cuidados, sus abrazos, sus besos, nos pueden permitir mantener ese trocito de memoria, que además de traernos buenas vibraciones nos acerca a nuestro inicio y ralentiza el camino a nuestro fin, algo así como si estuviéramos pasando la película de nuestra vida al revés. Pensándolo bien, se me ocurre que esta no es una tan mala manera de acabar mis días. Ya no me asusta tanto.
Por Elena Casacuberta
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